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... el 23 de madrugada pensé en...

La soledad. ¡Qué cruel eres!... te aferraste a mi cuerpo dolorido como una niña caprichosa fanática por su ídolo amado. Me arrancaste mi juventud. Te llevaste contigo mis ilusiones mas especiales y ni tan siquiera te dignaste a dejar un resquicio para que pudieran así, escaparse las más primarias. 'Siempre creí en la voluntad de los desconocidos' decía la mítica interpretación teatral. Siempre confié que tras la ventana se esconderían grandes corazones que me harían sonreír cuando en esos días de tormentas y tinieblas yo, abriendo escondida y tímida las cortinas, ellos estarían ahí, sonriendo. En cambio, decidí bajar las persianas de aquella celda dorada que día a día fue convirtiéndose en mi prisión decadente, lugar donde todos los fantasmas del pasado me atormentaban para recordarme lo cruel que he sido en el pasado. Nadie me preguntó si queria venir. Si deseava nacer. Si anhelaba experimentar sufrimientos, conocer pesares y saborear dolores. Yo solo pedía ser feliz. Sonreirle al sol y decirle todas las mañanas lo explendido que estaba. Soñar con la luna protegiéndome y dándome esperanzas que me impulsasen a continuar adelante. Pero mi vida se consume al ritmo de un reloj de arena y por mucho que ponga la mano bajo ella, solo termino llena de arena. Siempre pensé que la vida sería fácil. Los niños siempre ven la vida de manera simple. Si esto es blanco y esto es negro, ¿Para qué buscarle un tono gris?... pero creces y conoces el dolor en primera persona. 'Esta niña va a ser muy especial' decían psicólogos, educadores, familia... ¿Y qué más da? Si no soy capaz de salvarme. Si mi cuerpo ha dicho DÉJAME EN PAZ! y no quiere continuar adelante... He amado mi cuerpo en todas sus etapas y siempre tengo palabras preciosas para él. ¡Gracias riñones! Por depurar aunque os cueste horrores... ¡Gracias corazón! Porque pese a estar sangrando de dolor, estar cubierto de vendas y sentir como tiritas de frío en invierno por esta soledad eterna, sigues ahí, poseedor del secreto por el cual no has parado todavía. Ya no espero milagros. Ya no toco las píldoras que me harías fundirme en la más profunda y deliciosa paz. ¿Después de esto? Silencio... ¿Después? Silencio...

Marcos me dijo una vez que mis escritos y vídeos no marcaban dolor, sino un S.O.S. increíble de necesidad de gritarle al mundo entero que ¡QUIERO VIVIR!. Desde ese día comprendí que lo que hacía, cuando hablaba de mi enfermedad en los medios de comunicación, no era hablar acerca de mi rendición personal, ni esperar compasión alguna por un público comprado a 0,25 el minuto bajo píldoras azules, sino mas bien enfocar la muerte desde la perspectiva de la vida. Sé, sé y sé que es complicado enfocarlo, que por mucho que diga o piense, pocas personas pueden entenderlo. Pero es mi verdad. Y contra eso nadie puede destruir mi anhelo bifurcado en dos.

Me he equivocado una vez. No me equivoco dos veces. Y si, tal vez seré una mujer cobarde, lo admito, pero seguridad en mis decisiones tengo y demasiada. En ocasiones incluso llega a asustar. Pero eso es algo que reservo para mis sesiones de psicoanálisis mientras tumbada descargo mi furia en palabras mientras un hombre, aparentemente cuerdo y debidamente perfumado, anota en su blog con un lapicero color carbón.

En una ocasión me dijo, mira cuanto puedas en el arte y verás la luz a tus existencialidades. Pero por mas arte que observo, no encuentro salida a mi ansiedad. Siempre he creido que la crueldad de las personas tiene una raíz en mi linea de racionalidad. Lo que para mi es malo, para ellos no lo es. Para lo que a mi es bueno, tal vez para ellos no lo sea. Quen sabe... quizá en sus ojos, yo sea la terrorista.

¿Que pretendo deciros con todo esto? ¿Que es lo que deseo que comprendáis? No lo se. Y es posible que tal vez jamás lo haya sabido. Solo se que desde mi cama se ve un valle precioso, plagado de color verde y al fondo unas montañas preciosas que invitan a respirar hondo y oxigenar unos pulmones que están cansados ya de trabajar. Es una verdadera lástima que esta ventana de la clínica en Suiza no deje abrirse completamente. Tal vez a causa de haber leído en mi historial mis intentos de suicidio. Pago demasiado como para manchar los bordes de la fachada con mi sangre, que todos sabemos lo difícil que es de limpiar después.

Son las 4,11 de la madrugada, la noche está despejada por completo y la luz casi cegadora de las estrellas permite ver hasta el último detalle del paraíso en el que estoy enfocada tan solo por la luz de mi ordenador portátil. Paraíso en pulsaciones. Pip, pip, pip... dice la maquina de mi lado izquierdo... es la responsable de mi corazón. Vaya ingenuidad, ¿No os lo parece? toda la vida preocupada por quien cuidaría de mi corazón y ahora una maquina controla que no tenga recaídas. ¿No las venden? Envuelve dos que me las llevo!.

El 20 me operaron. Intentaron alargarme las esperanzas para continuar adelante. Pero me temo que hemos vuelto al punto de partida. Vuelta al dolor. Aunque esta vez con menos sangre. Que es algo a agradecer. Quien sabe lo que me deparará el futuro a partir de ahora, se lo que me ha ocurrido en el presente, y deseo que no sea igual. Aunque me temo, mi querido y apreciado lector, que eso es algo que deberemos descubrir con el tiempo. God Bless You.

(texto escrito desde la clínica en Basilea (Suiza) la madrugada del 22 al 23)

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